miércoles, 21 de septiembre de 2011

Historia e Introducción

Edad Moderna

La Edad Moderna es el tercero de los periodos históricos en los que se divide tradicionalmente en Occidente la Historia Universal, desde Cristóbal Celarius. En esa perspectiva, la Edad Moderna sería el periodo en que triunfan los valores de la modernidad (el progreso, la comunicación, la razón) frente al periodo anterior, la Edad Media, que el tópico identifica con una Edad Oscura o paréntesis de atraso, aislamiento y oscurantismo. El espíritu de la Edad Moderna buscaría su referente en un pasado anterior, la Edad Antigua identificada como Época Clásica.

El paso del tiempo ha ido alejando de tal modo esta época de la presente que suele añadirse una cuarta edad, la Edad Contemporánea, que aunque no sólo no se aparte, sino que intensifica extraordinariamente la tendencia a la modernización, lo hace con características sensiblemente diferentes, fundamentalmente porque significa el momento de triunfo y desarrollo espectacular de las fuerzas económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las entidades políticas que lo hacen de forma paralela: la nación y el Estado.

En la Edad Moderna se integraron los dos mundos humanos que habían permanecido aislados desde la Prehistoria: el Nuevo Mundo (América) y el Viejo Mundo (Eurasia y África). Cuando se descubra el continente australiano se hablará de Novísimo Mundo.

La disciplina historiográfica que la estudia se denomina Historia Moderna, y sus historiadores, "modernistas" (aunque no deben confundirse con los seguidores del modernismo, estilo artístico y literario, y movimiento religioso (Modernismo teológico), de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX)

Localización en el espacio

En su tiempo se consideró que la Edad Moderna era una división del tiempo histórico de alcance mundial, pero hoy en día suele acusarse a esa perspectiva de eurocéntrica (ver Historia e Historiografía), con lo que su alcance se restringiría a la historia de la Civilización Occidental, o incluso únicamente de Europa. No obstante, hay que tener en cuenta que coincide con la Era de los Descubrimientos y el surgimiento de la primera economía-mundo. Desde un punto de vista aún más restrictivo, únicamente en algunas monarquías de Europa Occidental se identificaría con el periodo y la formación social histórica que se denomina Antiguo Régimen.

Localización en el tiempo

La fecha de inicio más aceptada es la toma de Constantinopla por los turcos en el año 1453 -coincidente en el tiempo con la invención de la imprenta y el desarrollo del Humanismo y el Renacimiento, procesos a los que contribuyó por la llegada a Italia de exiliados bizantinos y textos clásicos griegos, aunque también se han propuesto el Descubrimiento de América (1492) y la Reforma Protestante (1517) como hitos de partida.

En cuanto a su final, la historiografía anglosajona asume que estamos aún en la Edad Moderna (identificando al periodo XV al XVIII como Early Modern Times temprana edad moderna y considerando los siglos XIX y XX como el objeto central de estudio de la Modern History), mientras que las historiografías más influidas por la francesa denominan el periodo posterior a la Revolución francesa (1789) como Edad Contemporánea. Como hito de separación también se han propuesto otros hechos: la independencia de los Estados Unidos (1776), la Guerra de Independencia Española (1808) o la Guerra de Independencia Hispanoamericana (1809-1824). Como suele suceder, estas fechas o hitos son meramente indicativos, ya que no hubo un paso brusco de las características de un período histórico a otro, sino una transición gradual y por etapas, aunque la coincidencia de cambios bruscos, violentos y decisivos en las décadas finales del siglo XVIII y primeras del XIX también permite hablar de la Era de la Revolución. Por eso, deben tomarse todas estas fechas con un criterio más bien pedagógico. La edad moderna transcurre más o menos desde mediados del siglo XV a finales del siglo XVIII.

Edad Contemporánea

Edad Contemporánea es el nombre con el que se designa el periodo histórico comprendido entre la Revolución francesa y la actualidad. Comprende un total de 222 años, entre 1789 y el presente. La humanidad experimentó una transición demográfica, concluida para las sociedades más avanzadas (el llamado primer mundo) y aún en curso para la mayor parte (los países subdesarrollados y los países recientemente industrializados), que ha llevado su crecimiento más allá de los límites que le imponía históricamente la naturaleza, consiguiendo la generalización del consumo de todo tipo de productos, servicios y recursos naturales que han elevado para una gran parte de los seres humanos su nivel de vida de una forma antes insospechada, pero que han agudizado las desigualdades sociales y espaciales y dejan planteadas para el futuro próximo graves incertidumbres medioambientales.

Los acontecimientos de esta época se han visto marcados por transformaciones aceleradas en la economía, la sociedad y la tecnología que han merecido el nombre de Revolución industrial, al tiempo que se destruía la sociedad preindustrial y se construía una sociedad de clases presidida por una burguesía que contempló el declive de sus antagonistas tradicionales (los privilegiados) y el nacimiento y desarrollo de uno nuevo (el movimiento obrero), en nombre del cual se plantearon distintas alternativas al capitalismo. Más espectaculares fueron incluso las transformaciones políticas e ideológicas (Revolución liberal, nacionalismo, totalitarismos); así como las mutaciones del mapa político mundial y las mayores guerras conocidas por la humanidad.

La ciencia y la cultura entran en un periodo de extraordinario desarrollo y fecundidad; mientras que el arte contemporáneo y la literatura contemporánea (liberados por el romanticismo de las sujeciones académicas y abiertos a un público y un mercado cada vez más amplios) se han visto sometidos al impacto de los nuevos medios de comunicación de masas (tanto los escritos como los audiovisuales), lo que les provocó una verdadera crisis de identidad que comenzó con el impresionismo y las vanguardias y aún no se ha superado.

En cada uno de los planos principales del devenir histórico (económico, social y político, puede cuestionarse si la Edad Contemporánea es una superación de las fuerzas rectoras de la modernidad o más bien significa el periodo en que triunfan y alcanzan todo su potencial de desarrollo las fuerzas económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las entidades políticas que lo hacían de forma paralela: la nación y el Estado.

En el siglo XIX, estos elementos confluyeron para conformar la formación social histórica del estado liberal europeo clásico, surgido tras crisis del Antiguo Régimen. El Antiguo Régimen había sido socavado ideológicamente por el ataque intelectual de la Ilustración (L'Encyclopédie, 1751) a todo lo que no se justifique a las luces de la razón por mucho que se sustente en la tradición, como los privilegios contrarios a la igualdad (la de condiciones jurídicas, no la económico social) o la economía moral contraria a la libertad (la de mercado, la propugnada por Adam Smith- La riqueza de las naciones, 1776). Pero, a pesar de lo espectacular de las revoluciones y de lo inspirador de sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad (con la muy significativa adición del término propiedad), un observador perspicaz como Lampedusa pudo entenderlas como la necesidad de que algo cambie para que todo siga igual: el Nuevo Régimen fue regido por una clase dirigente (no homogénea, sino de composición muy variada) que, junto con la vieja aristocracia incluyó por primera vez a la pujante burguesía responsable de la acumulación de capital. Ésta, tras su acceso al poder, pasó de revolucionaria a conservadora, consciente de la precariedad de su situación en la cúspide de una pirámide cuya base era la gran masa de proletarios, compartimentada por las fronteras de unos estados nacionales de dimensiones compatibles con mercados nacionales que a su vez controlaban un espacio exterior disponible para su expansión colonial.

En el siglo XX este equilibrio inestable se fue descomponiendo, en ocasiones mediante violentos cataclismos (comenzando por los terribles años de la Primera Guerra Mundial, 1914-1918), y en otros planos mediante cambios paulatinos (por ejemplo, la promoción económica, social y política de la mujer). Por una parte, en los países más desarrollados, el surgimiento de una poderosa clase media, en buena parte gracias al desarrollo del estado del bienestar o estado social (se entienda éste como concesión pactista al desafío de las expresiones más radicales del movimiento obrero, o como convicción propia del reformismo social) tendió a llenar el abismo predicho por Marx y que debería llevar al inevitable enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado. Por la otra, el capitalismo fue duramente combatido, aunque con éxito bastante limitado, por sus enemigos de clase, enfrentados entre sí: el anarquismo y el marxismo (dividido a su vez entre el comunismo y la socialdemocracia). En el campo de la ciencia económica, los presupuestos del liberalismo clásico fueron superados (economía neoclásica, keynesianismo incentivos al consumo e inversiones públicas para frente a la incapacidad del mercado libre para responder a la crisis de 1929 o teoría de juegos estrategias de cooperación frente al individualismo de la mano invisible). La democracia liberal fue sometida durante el período de entreguerras al doble desafío de los totalitarismos soviético y fascista (sobre todo por el expansionismo de la Alemania nazi, que llevó a la Segunda Guerra Mundial).

En cuanto a los estados nacionales, tras la primavera de los pueblos (denominación que se dio a la revolución de 1848) y el periodo presidido por la unificación alemana e italiana (1848-1871), pasaron a ser el actor predominante en las relaciones internacionales, en un proceso que se generalizó con la caída de los grandes imperios multinacionales (español desde 1808 hasta 1898; ruso, austrohúngaro y turco en 1918, tras su hundimiento en la Primera Guerra Mundial) y la de los imperios coloniales (británico, francés, holandés, belga tras la Segunda). Si bien numerosas naciones accedieron a la independencia durante los siglos XIX y XX, no siempre resultaron viables, y muchos se sumieron en terribles conflictos civiles, religiosos o tribales, a veces provocados por la arbitraria fijación de las fronteras, que reprodujeron las de los anteriores imperios coloniales. En cualquier caso, los estados nacionales, después de la Segunda Guerra Mundial, devinieron en actores cada vez menos relevantes en el mapa político, sustituidos por la política de bloques encabezados por los Estados Unidos y la Unión Soviética. La integración supranacional de Europa (Unión Europea) no se ha reproducido con éxito en otras zonas del mundo, mientras que las organizaciones internacionales, especialmente la ONU, dependen para su funcionamiento de la poco constante voluntad de sus componentes.

La desaparición del bloque comunista ha dado paso al mundo actual del siglo XXI, en que las fuerzas rectoras tradicionales presencian el doble desafío que suponen tanto la tendencia a la globalización como el surgimiento o resurgimiento de todo tipo de identidades, personales o individuales, colectivas o grupales, muchas veces competitivas entre sí (religiosas, sexuales, de edad, nacionales, estéticas, culturales, deportivas, o generadas por una actitud de pacifismo, ecologismo, altermundialismo o por cualquier tipo de condición, incluso las problemáticas minusvalías, disfunciones, pautas de consumo). Particularmente, el consumo define de una forma tan importante la imagen que de sí mismos se hacen individuos y grupos que el término sociedad de consumo ha pasado a ser sinónimo de sociedad contemporánea.

Ciencia




Ciencia en la Era Moderna

El nuevo espíritu inquisitivo, que puede considerarse como parte de la mentalidad burguesa, produjo un cuestionamiento general de la sabiduría medieval, basada en el criterio de autoridad.
1543 fue un año en el que aparecieron dos obras trascendentales: Nicolás Copérnico postuló por primera vez el Heliocentrismo cuestionando así el Geocentrismo del griego Tolomeo, mientras que Andrés Versalio revisó la anatomía de Galeno. La senda abierta por ambos fue fructífera: en Física y Astronomía, los aportes acumulados de Tycho Brahe, Galileo Galilei y Johannes Kepler cambiaron la visión del universo, mientras que lo propio hacían en la Medicina Miguel Servet, William Harvey y Marcello Malpighi, entre otros. Toda una escuela de matemáticos italianos, como Bonaventura Cavaleri, prepararon las herramientas matemáticas necesarias para que Issac Newton postulara de manera científica la Ley de la gravedad, con la publicación de los Principios matemáticos de filosofía natural en 1687.

Fue determinante para la construcción de la ciencia moderna la comunicación entre científicos que permitía el intercambio epistolar (fue particularmente enriquecedora la correspondencia de Newton con Leibniz), la publicación y la institucionalización (Royal Academy, Academia de Ciencias Francesa). 



El siglo XVIII representó un avance de otras disciplinas fundamentales, como fueron la química o las ciencias biológicas, con no menos trabas conceptuales. Hasta que Lavoisier no dio el impulso definitivo a la nomenclatura sistemática y la cuantificación de la disciplina (1789), no se superaron extrañas teorías como la del Flogisto, que querían conciliar los nuevos datos experimentales con las viejas concepciones alquímicas o derivadas del concepto de elemento clásico griego. Las sistematizaciones taxonómicas de Buffon o Linneo también fueron esenciales, pero hubo que esperar hasta mucho más tarde para desmentir teorías como la generación espontánea o integrar la microscopía que se venía desarrollando desde el siglo XVII (Leeuwenhoek). La secularización de la ciencia no llegó a producirse nunca del todo (como comprobó más tarde Darwin), pero al menos Laplace pudo atreverse a replicar a Napoleón, cuando éste le preguntó qué papel le reservaba a Dios en el Universo, que no había tenido necesidad de tal hipótesis.

Paralelamente se desarrolló el maquinismo de la primera revolución indsutrial (máquina de vapor de Thomas Newcomen 1705, de James Watt, (1774), pero sin que la ciencia tuviera mucho que ver en ello, puesto que los principios de la termodinámica se descubrieron por el desafío que suponía la nueva máquina, y no al contrario. Hubo de esperarse a la segunda revolución industrial para que la ciencia y la tecnología se retroalimentaran.



Las novedades económicas que el desarrollo del capitalismo comercial trajo consigo, provocó la aparición de la primera literatura económica, cuyos primeros testimonios fueron los mercantilistas españoles (tomás de Mercado, Sancho de Moncada). La definición de una doctrina económica con pretensiones más científicas (que realmente no pasaba de ser un sencillo aparato matemático, que no rivalizaba con el de otras ciencias) debió esperar a la Fisiocracia de Quesnay (Tableau Economique, 1758), que, en oposición a la obsesión intervencionista del mercantilismo, propone la libertad económica (el laissez faire) y una simplificación fiscal, sobre la base de que es la tierra la única fuerza productiva. En 1776, el escocés Adam Smith  da el certificado de nacimiento a la moderna economía con su libro La riqueza de las naciones, rápidamente divulgado por Jean Baptiste Say o Jovellanos, y que aún sigue siendo considerada como la Biblia del liberalismo económico.


En América, las nuevas repúblicas recurrieron a la ciencia y la educación popular como un mecanismo para la construcción de sus naciones, en especial los Estados Unidos, que un siglo después desplazaría a las europeas como potencia mundial dominante.

La alfabetización fue en todo el mundo un recurso esencial para ello: desde la imprenta de Gutemberg hasta los medios de comunicación de masas, si un objeto puede simbolizar la Edad Moderna, es la terrible potencia transformadora de un trozo de papel con un mensaje escrito. No obstante, incluso bien entrada la Edad Contemporánea, en la mayor parte del mundo la capacidad de descifrar su significado seguía estando reservado a las capas sociales superiores, más numerosas que en la Edad Media, pero que condenaban a los menos favorecidos a la ignorancia de la cultura escrita y a las limitaciones de la (por otra parte riquísima) cultura tradicional oral.


Ciencia en la Edad Contemporánea

Los acontecimientos de esta época se han visto marcados por transformaciones aceleradas en la economía, la sociedad y la tecnología que han merecido el nombre de Revolución Industrial, al tiempo que se destruía la sociedad preindustrial y se construía una sociedad de clases residida por una burguesía que contempló el declive de sus antagonistas tradicionales (los privilegiados) y el nacimiento y desarrollo de uno nuevo (el movimiento obrero), en nombre del cual se plantearon distintas alternativas al capitalismo. Más espectaculares fueron incluso las transformaciones políticas e ideológicas (Revolución liberal, nacionalismo, totalitarismos); así como las mutaciones del mapa político mundial y las mayores guerras conocidas por la humanidad.


La ciencia y la cultura entran en un periodo de extraordinario desarrollo y fecundidad; mientras que el arte contemporáneo y la literatura contemporánea (liberados por el romanticismo de las sujeciones académicas y abiertos a un público y un mercado cada vez más amplios) se han visto sometidos al impacto de los nuevos medios de comunicación de masas (tanto los escritos como los audiovisuales), lo que les provocó una verdadera crisis de identidad que comenzó con el impresionismo y las vanguardias y aún no se ha superado. 

Carrera espacial y carrera de armamentos



La rivalidad entre las superpotencias desató una carrera de armamentos centrada en la posesión del arma nuclear, que los Estados Unidos desarrollaron en el último año de la Segunda Guerra Mundial (1945) y posteriormente compartieron con los británicos (1952). 

El proyecto soviético de la bomba atómica culminó en 1949 (en parte gracias al espionaje). Francia desarrolló su propia arma atómica en 1960 y China en 1964. La firma del tratado de no proliferación nuclear en 1968 limitó la incorporación de nuevos miembros al selecto club nuclear, al que sólo se añadieron, con un esfuerzo del que se resintió su desarrollo económico, India en 1974 y Pakistán en 1998 (a la tradicional cañones o mantequilla, atribuida a Woodrow Wilson, se añadió en la época el comeremos hierba, atribuida a Benzair Bhutto). Mientras que todos estos países declararon abiertamente su condición de potencia nuclear, como parte esencial del efecto disuasivo estratégico que tal arma tiene; otros países, en cambio, han optado por la ambigüedad en ese terreno, como Israel y la República Sudafricana, que posiblemente obtuvieron armas nucleares en los años setenta (Centro de Investigación nuclear de Néguev, Incidente Vela).

Simultáneamente, se desarrolló una frenética competición de aspecto no menos amenazador, aunque su manifestación ante la opinión pública mundial fue casi deportiva: la carrera espacial; en la que los iniciales éxitos soviéticos fueron contestados por un gigantesco esfuerzo presupuestario estadounidense, cuya superioridad económica permitió ganar la apuesta de Kennedy: llevar un hombre a la Luna antes de 1970. El retorno tecnológico de la aventura espacial permitió avances espectaculares en múltiples campos productivos.

Para ambas carreras (la militar y la espacial), fue imprescindible la inicial contribución de los ingenieros alemanes responsables de la principal innovación balística de la época (la V2) que fueron capturados al final de la Segunda Guerra Mundial: Wernher von Braun en Estados Unidos y Helmut Grottrup en la Unión Soviética, aunque el programa espacial soviético estuvo fundamentalmente a cargo de Sergei Koroliov.

Positivismo y "Eterno Progreso"

Desde mediados del siglo XIX, la vida intelectual basculó nuevamente, desde la postura idealista propia del romanticismo, a una objetivista y vinculada al desarrollo científico. El éxito de las potencias imperialistas europeas al extenderse sobre el planeta llevó a la convicción de que la cultura europea era el epítome de la civilización. La ciencia y la tecnología estaban alcanzando un nivel de desarrollo y retroalimentación que posteriormente se ha definido como la interdependencia de ciencia, tecnología y sociedad. Se depositaba una inmensa fe en la ciencia. Se pensaba que el progreso de la humanidad era imparable, y que con tiempo, la ciencia resolvería todos los problemas económicos y sociales. A este dogma filosófico se le llamó positivismo (Auguste Comte, Curso de filosofía positiva, 1830-1842).

Descristianización y renovación del cristianismo

En el siglo XVIII, la Iglesia Católica había combatido fuertemente a la Ilustración, censurando la Enciclopedia, la totalidad de la obra de Voltaire y otras que se incluyeron en el Index Librorum Prohinitorum (índice de libros prohibidos). La relación con la Revolución francesa fue aún más violenta. En el siglo XIX, el catolicismo se significó como fuerza conservadora (ultramontana), condenando el liberalismo, el racionalismo y otras doctrinas y usos del mundo contemporáneo, del que mostraba distante, proponiéndose como su alternativa mediante el mantenimiento de la tradición. Se definieron como dogma de fe las doctrinas de la infalibilidad del Papa,Concilia Vaticano I, 1869) y la Inmaculada Concepción (1854). La opción por la fe y los milagros quedó manifiesta con el apoyo vaticano a las apariciones de la Virgen de Lourdes (1858, aprobadas en 1862).

Los nuevos descubrimientos científicos que parecían contradecir a las Sagradas Escrituras, como la teorías darwinista (El origen de las especies, 1859; El origen del hombre, 1871), tuvieron gran repercusión, y en este caso fueron mucho más combatidos en el ámbito religioso anglicano y protestante que en el católico; donde no hubo pronunciamiento oficial alguno, e incluso en algunos casos permitió explorar las perspectivas que abrían, aunque no sin problemas (caso del jesuita Teilhard de Chardin). Otro caso de ambigua relación entre ciencia y fe fue la polémica sobre la generación espontanea, paradigma biológico de lo que científicos católicos como Pasteur consideraban como ciencia orientada a la justificación del agnosticismo y cuestionaron con éxito.

Filosofía

Filosofía en la Edad Moderna

Suele considerarse que la Edad Moderna se inaugura con el humanismo y el Renacimiento y se distinguen dentro de ella corrientes tales como la platónica, neoplatónica, aristotélica y, dentro de ésta, la averroísta y la alejandrinista, entre otras. Por otra parte, a veces se atribuye al platonismo renacentista el afán de renovación religiosa, mientras que al aristotelismo el de las ciencias naturales. Sin embargo, muchas veces no pueden hacerse en historia divisiones excesivamente incomunicadas. Es verdad que el Renacimiento centra su atención en el hombre y desde su propia originalidad y valor descubre a Dios, a la cultura y a la naturaleza. La Edad Media había partido de un orden dado por la revelación divina y encabezado por Dios-Creador tratando de dar una explicación racional a dicho orden, mediante las categorías filosóficas griegas, sobre todo. Con ello, la atención medieval se había centrado en la pura especulación, dejando de lado las consideraciones naturales, científico-positivas de la naturaleza: este mundo no era más que uno de tantos elementos creados por Dios y ordenados a él. Cabría pensar que la ciencia medieval había abandonado el aspecto científico llamado positivo del saber y la filosofía natural; lo que vendría avalado por el hecho de la gran preponderancia que tuvo el pensamiento platónico en la Edad Media y por tratarse de un platonismo entendido en su aspecto más especulativo.
Fue la Escuela de Chartres, entre otros, la que subrayó aquel aspecto matemático y cientista de Platón, en su Timeo. Por otro lado, si bien sigue siendo verdad que el saber científico y la filosofía de la naturaleza experimentaron en general un detenimiento en la Edad Media en aras de la teología y de la especulación, sin embargo, en el mundo cristiano, y en el musulmán, la preocupación por la naturaleza y la ciencia fue extraordinaria en ocasiones, hasta el punto de que puede hablarse hoy ya de auténticos precursores del Renacimiento naturalista y científico en el seno del pensamiento islámico, tal como lo vienen demostrando modernas investigaciones, concretamente en España.
Puede, pues, quedar asentado, en términos generales, que el Renacimiento implica una novedad frente a la Edad Media: al partirse, en aquél, del hombre mismo, de su originalidad radical, natural e histórica, se ven con ojos nuevos tanto a Dios como al mundo, aunque en estrecha dependencia aún con la Edad Media. Esta conexión es múltiple, en orden a la filosofía natural: ante todo está el hecho de que se siga considerando como tema muy principal la relación de la filosofía natural con el problema religioso, de una manera u otra, explícita o implícitamente; y en segundo lugar está el empalme que se realiza con la filosofía de Platón y Aristóteles. Ahora bien, si Aristóteles, por intermedio de Averroes nos trajo el naturalismo e interés por la filosofía natural a Occidente en la Edad Media, ese mismo Aristóteles es corregido en el Renacimiento, primeramente por el mal estilo literario con que se había transmitido a través del decadente latín medieval; en segundo lugar, porque los mismos textos aristotélicos son sometidos a la prueba histórica y filológica; y, por último, pasando del aspecto formal a la crítica del contenido propiamente tal. El Estagirita, pues, da un gran impulso a la filosofía natural: ésa es su principal contribución al Renacimiento, aparte de algunas consideraciones de contenido que también son aceptadas. Pero la filosofía natural renacentista camina ella sola por sus propios derroteros y con una personalidad absolutamente propia.
En cuanto al platonismo, es cierto también que se remoza, sufriendo las mismas vicisitudes de Aristóteles. Se le aprovecha, sobre todo, para la renovación y renacimiento religioso. Pero su espíritu matemático, su estructuración científica del universo del Timeo, la intercomunicación de todos los seres acentuada por el neoplatonismo, pasan a primer plano influyendo poderosamente en la filosofía natural, aun en la que se profesaba aristotélica, dando en ocasiones lugar a formas de filosofía natural, tales como la magia, el misticismo, etc. Por último, el Aristóteles de que dispone el Renacimiento todavía está fuertemente neoplatonizado, aunque en menor grado que en el final de la Edad Media; ello, unido al interés explícito de ciertos renacentistas en conciliar a Platón y Aristóteles, hace que la filosofía natural del Renacimiento sea una mezcla extraña aún de Platón y Aristóteles, aunque determinados grupos de filósofos de la naturaleza se profesen aristotélicos o platónicos.

Arte

Arte moderno

Arte moderno es un término referido a la mayor parte de la producción artística desde finales del siglo XIX hasta aproximadamente los años 1970,  representa la experimentación. Producciones recientes son a menudo denominadas arte contemporáneo, aunque este término también se refiere al arte de la Edad Contemporánea (desde mediados del siglo XVIII). Hay que entender, por tanto, que el concepto de arte moderno no es cronológico, sino estético; de estilo, de sensibilidad o incluso de actitud.
El arte moderno representa como innovación frente a la tradición artística del arte occidental una nueva forma de entender la estética, la teoría y la función del arte, en que el valor dominante (en pintura o escultura) ya no es la imitación de la naturaleza o su representación literal. La invención de la fotografía había hecho esta función artística obsoleta. En su lugar, los artistas comenzaron a experimentar con nuevos puntos de vista, con nuevas ideas sobre la naturaleza, materiales y funciones artísticas, a menudo en formas abstractas.




Arte contemporáneo


El arte contemporáneo, en sentido literal, es el que se ha producido en nuestra época: el arte actual. No obstante, el hecho de que la fijación del concepto se hizo históricamente en un determinado momento. El concepto de la contemporaneidad aplicado al arte puede ser entendido de diferentes maneras:
•             Extendido al arte de toda la Edad Contemporánea (que comienza a finales del siglo XVIII)
•             Limitado: al arte del siglo XX (caracterizado por las vanguardias artísticas); al arte del mundo actual, que en el momento que se definió como término historiográfico se entendía era el posterior a la Segunda Guerra Mundial -1945- (la mayor parte de los museos de arte suelen denominar arte contemporáneo a las colecciones de ese período) y actualmente se entiende que es el surgido de la caída del muro de Berlín -1989-;
•             al arte surgido en la historia inmediata del más cercano presente, tomando como hito, por ejemplo, el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York -2001-.


El Arte Del Siglo XV:
Siglo de Oro de Italia
En las letras aparecen tres grandes referencias:
Petrarca                     Cancionero (poesía amorosa)
Bocaccio                    Decameron (habla de la libertad sexual de la época)
Dante Alighieri          Divina Comedia

Como consecuencia del humanismo, el arte ahora intenta algunas renovaciones: Se abandonó todos los temas religiosos de la edad media
Centra al hombre y la naturaleza como figura principal en las pinturas.
Pintar usando nuevas técnicas de profundidad, como la perspectiva.
Se usaron nuevas técnicas en las pinturas, como el óleo.
Aparecen los mecenas, que eran hombres poderosos que patrocinaron a los artistas, que eran muy respetados. Algunos fueron los Médicis y Sforza, en Florencia. A su vez ellos podían hacer ostentación de su riqueza, sobretodo en momentos en donde cada familia luchaba por consolidarse políticamente y ganar posiciones económicas y de poder. 

Algunos artistas de esa época fueron: Giotto, Duccio, Boticelli, Durero, Donatello, Miguel Angel, Da Vinci, Rafael Sanzio, Bramante, Jan Van Eryck. 

Arte siglo XVI

 En pintura destacaron las obras de El Greco que, aunque no había nacido en España, residió en Toledo hasta su muerte.

El arte del Barroco en España
 Mientras que España se empobrecía, las artes y la cultura se desarrollaron con más esplendor que nunca hasta entonces. A esta época artística se le denomina el Barroco y se sitúa en el siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII.  Los artistas se consagraron a producir obras de arte por encargo de la monarquía y de la Iglesia. Buscaban atraer la atención por la espectacularidad de su obra. Todo se llena de adornos, al contrario de la sencillez renacentista.

Los edificios se llenaron de adornos decorativos, como la fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago.

Los pintores y escultores crearon sus obras  con intenso color y dramatismo, como podemos ver en los cuadros que representan martirios de santos o en las vírgenes dolorosas de los pasos creados para la Semana Santa.








Siglo XVII
 Se le llama la Edad de Oro de la pintura española, siendo los pintores españoles unos de los mejores de Europa, como por ejemplo: Ribera, Zurbarán, Murillo y especialmente Velázquez que es el más importante.

El neoclasicismo y el arte de la Ilustración
Los reyes Borbones mandaron construir nuevos palacios tomando como modelos los franceses y  los italianos. Los palacios más importantes son el Palacio Real de Madrid, el de La Granja (Segovia) y el de Aranjuez (Madrid).
Pero otros edificios se construyen según el estilo llamado neoclasicismo. El estilo neoclásico surge opuesto al Barroco y se inspira en la sencillez del arte clásico de Grecia y Roma.
Este estilo lo podemos contemplar en el Museo del Prado y en el Observatorio Astronómico de Madrid, construidos por Juan de Villanueva.
El pintor más importante de esta época fue el aragonés Francisco de Goya que continuó la tradición del siglo XVII y fue precursor de muchos rasgos de la pintura moderna. También en sus obras criticó el atraso cultural y social de España.

El arte en el siglo XIX.

Durante ese siglo no hubo un estilo artístico dominante.
En arquitectura se imitan los estilos del pasado (el gótico, el renacentista, ...) y se mezclan unos con otros. Con la Revolución Industrial se utilizan nuevos materiales en la construcción de grandes edificios, como el hierro o el cristal y se construyen fábricas o estaciones de ferrocarril.
En la pintura destacan grandes cuadros sobre temas históricos. También se crean retratos y paisajes.



El arte del siglo XX

En este siglo se ha producido un cambio radical en las artes y en la arquitectura. Este arte se llama arte de vanguardia y se caracteriza por romper con la tradición.
La arquitectura se basa en la utilización de nuevos materiales y de nuevas tecnologías.
 Buena parte de la pintura ya no representa la realidad que se ve, sino que los artistas combinan libremente forma y color en la pintura abstracta. Así lo vemos en las obras de pintores españoles de fama mundial como el malagueño Pablo Ruiz Picasso.


Bibliografía